Hace algún tiempo escuché en mi programa de radio habitual que en el Reino Unido, no recuerdo exactamente en qué ciudad, habían tenido quejas por parte de los propietarios de los bares porque la gente entraba, utilizaba el servicio y no consumía (muy típico aquí en España también y cosa que tod@s hemos hecho alguna vez en la vida...).
Hartos de esto los empresarios exigieron una solución, y al gobierno no se les ocurrió otra genial idea que instalar servicios portátiles en las calles. Pero la cosa no queda ahí... Para poder utilizar este servicio la persona interesada tenía que enviar un sms a un determinado número con la palabra OPEN y el código del servicio (situado en alguna parte del artefacto móvil).
¿Os imagináis la escena? La persona con la piernas petrificadas para que no salga nada, o el culo bien prieto, e intentando teclear la palabra, y no equivocarse de código, ¡que esa es otra! Lo más probable es que cuando por fin consiga que la puerta se abra ya sea demasiado tarde... Oye, que es más difícil acceder a estos servicios que saber la fórmula de la Coca-Cola...
Que tengamos que usar el móvil para poder realizar una necesidad fisiológica desde luego en España no pasa... Bueno, no digo esto muy alto por si algún día me veo mandando un sms al 1234 y no precisamente para que expulsen al más idiota de algún reality.
Con todo esto me viene a la cabeza un momento de "presión" que pasé en mi primer año de facultad. Unas semanas antes de la época más temida por cualquier estudiante leí en la gaceta universitaria que el beber agua mientras estás estudiando aumenta la concentración y reaviva el riego cerebral. "¿¿Que qué??". Yo vi en aquel estudio la oportunidad de convertirme en la futura Einstein del siglo XXI y yo, apuntes y botella de litro y medio nos fuimos ha realizar uno de los primeros exámenes de Junio.
Como de costumbre llegué media hora antes de la hora establecida. Mi botella ya tenía medio litro menos que al salir de casa. Durante esos 30 minutos yo a la mía, repasando y bebiendo agua, para mejorar mi concentración y quien sabía si a esas alturas aumentar también mi coeficiente intelectual...
Llegó la hora del examen, entró el profesor y empezó a repartir las hojas con el enunciado de los ejercicios a resolver. Yo miré el examen y seguidamente la botella. Quedaba poco más de un sorbo de agua... Jolín, toda la mañana pensando en positivo para que llegue el examen y vea la botella medio vacía, literalmente. En ese instante me percaté que todo lo que faltaba no había sido evacuado :oS
De perdidos al río, bebí mi último trago de agua y empecé con el examen. Pasados tres cuartos de hora mi vejiga estaba dando señales de vida. Claro, no me quedó más remedio que dialogar con ella:
- Oye, espera un poco que todavía no llevo ni medio examen ¿¿quieres??
- Mmmmm, medía hora, no más...
Pasaron 35 minutos y en aquel momento sí era imposible seguir con el dichoso examen. Si hubiera habido un cartel en aquel momento en este órgano seguramente pondría:
¡¡ALERTA ROJA, PELIGRO DE DESBORDAMIENTO EN BREVE!!
Pregunté al profesor si podía ir al servicio y su respuesta fue un rotundo "NO". Entonces volvía a hacer acto de presencia mi insistente vejiga:
- Ejem , ejem, ya ha pasado la media hora, o te vas tu o me voy yo, como tu veas...
- Jooooo, ¿pero como puedes ser así? ¡¡Con lo que yo te cuido y te mimo!! Dame 10 minutejos más andaaaa...
- 5 minutos, es mi ultima oferta, o lo tomas o lo dejas.
- Uiissss vale vale, lo tomo, lo tomo.
A toda leche terminé el examen y salí pitando de allí como alma que lleva el diablo. Nada más salir tenía a una compañera esperando a la cual no le dejé ni dirigirme la palabra: "No me pregunteissssss" grité mientras me iba corriendo los 100 metros lisos hacia el servicio de mujeres.
Desde ese día que no he vuelto a beber agua en un examen, antes me deshidrato que lo vuelvo a pasar tan mal, he dicho.